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Las decisiones no definen el futuro de Nicaragua

La polémica con los “valores democráticos del corazón” del profesor del INCAE, y el pronóstico del economista que ignora la confrontación

La salida empieza por desconocer la reelección de Ortega

Fernando Bárcenas

30 de enero 2021

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La precaria situación política hace que todo mundo lucubre soluciones, como se hace entre fanáticos de los deportes de competencia, quienes agregan, con sus observaciones sobre la contienda, una dosis de irracionalidad al conflicto. La política, sin embargo, como la sociología o la economía, es una ciencia especializada, altamente compleja, que se desarrolla al fin de cuentas por relaciones de fuerza entre las clases sociales para definir, desde el poder, el rumbo de la sociedad (por la interacción dinámica de factores objetivos y subjetivos). Sin embargo, la gente se anima a intervenir con simpleza donde actúa la fuerza, porque olvida con facilidad que lo importante es convertir dicha fuerza, metódicamente, en trabajo eficiente. Máxime, cuando del orden de tal trabajo productivo va a depender el destino del país. En nuestro caso, la academia es, por desgracia, el elemento que más irracionalmente introduce confusión.

Los valores democráticos del corazón…

Un profesor pleno del INCAE opina, en lo que llama una conferencia magistral (impartida este 25 de enero, y reproducida en CONFIDENCIAL el 28 de enero), que nuestro problema político estriba en que no hemos tenido gobernantes que se sepan ir, porque no han estado imbuidos de valores democráticos. De esta manera, en lugar de analizar las características estructurales de nuestro sistema social atrasado, y de escudriñar sobre las causas de la baja productividad económica que induce a mantener cierta estabilidad de los privilegios parasitarios mediante relaciones discrecionales de poder, por fuera de un desarrollo económico competitivo que promueva sanamente el bienestar con instituciones eficaces (que apunten planificadamente hacia objetivos nacionales de crecimiento), el profesor del INCAE se enfoca en el talante personal de los gobernantes, en hábitos democráticos que anidarían internamente en el corazón (¡), para resolver la sucesión del poder.

Su conferencia magistral debió concluir con la necesidad superficial de practicarle un electrocardiograma de valores democráticos a los aspirantes al poder.

¡No hay una gota de reflexión seria sobre la teoría del Estado! Sobre su rol en la economía y en la libertad ciudadana. O sobre su interrelación compleja con la sociedad en desarrollo. A estas alturas, en un centro de estudios superiores se habla de valores del corazón… con una tremenda incomprensión de los sistemas políticos, como si se tratara de un desgraciado péndulo que desde un punto fijo oscila, sin más, entre anarquía y tiranía, en lugar de buscar en los conflictos sociales, derivados de las crisis del sistema, la explicación del avance o del estancamiento de la historia. Sin un análisis estructural de la sociedad en formación, el conferencista no ofrece una salida política a nuestra crisis, sino que aborda el problema del poder desde la metafísica de los valores personales.


Desaparecen de la escena, en dicha conferencia magistral, la deformación de las instituciones del Estado en formación, los partidos políticos concebidos como clubs, los sectores sociales incipientes, el subdesarrollo precapitalista estancado, la improductividad creciente del trabajo, las crisis estructurales permanentes, las contradicciones congeladas de la sociedad…

La estrategia política como improvisación de diletantes

El doctor en economía Luis Medal escribió un artículo de opinión en Confidencial del 25 de enero, titulado “Las decisiones que definirán el futuro en Nicaragua”. En el cual, sostiene que las decisiones que se tomen en los próximos tres meses, definirán el futuro de los próximos años.

No hay decisiones que basten para definir el futuro. El futuro no depende, tampoco, de lo que ocurra en los próximos tres meses. ¿Quién toma las decisiones que –según Medal- definirán el futuro? Medal juega a escribir centurias, bajo la influencia de los astros, como Nostradamus. Lo correcto sería decir que tal o cual decisión actual podría influir decisivamente en lo que ocurra en los próximos tres meses. Sin pronosticar absurdamente el futuro de la sociedad.

Preguntaríamos a Medal, ¿si las decisiones que se tomen después de los tres meses (porque el mundo no acaba en esa fecha), definirán un futuro más alejado o no definirán nada? Esta forma fatal de razonar olvida muy superficialmente que la realidad está en autodesarrollo a base de contradicciones que se expresan en la correlación de las fuerzas sociales antagónicas. El punto a observar, entonces, para ver cómo se construye el futuro, es la evolución de las contradicciones esenciales de la sociedad, y los cambios en la correlación de las fuerzas sociales (no de pequeños grupos insignificantes). ¿Qué contradicción decisiva se resolverá en los próximos tres meses, y en qué dirección? Medal, como todo profeta, no entra en detalles.

No son las decisiones las que definen el futuro. El futuro de la sociedad es incierto. Es la estrategia política la que puede definir, por medio de enfrentamientos sociales concretos la correlación de fuerzas; y de tal correlación resultante depende el futuro de la sociedad en un término prudencial, en la medida que se resuelva o se agrave la contradicción fundamental que causa la crisis. Toda estrategia implica decisiones cambiantes con los cambios en las leyes que rigen el desarrollo de la realidad en cada coyuntura (determinada por la correlación de fuerzas entre los sujetos sociales).

“De esas decisiones (de la presión porque haya elecciones libres), de parte de la oposición y de los poderes fácticos –insiste Medal-, dependerá si Nicaragua se enrumba hacia una transición a la democracia”.

Nada ocurre así en la realidad, sin choques, sin enfrentamientos, sin luchas estratégicas entre contendientes con intereses sociales contrapuestos y excluyentes. Para Medal, la dictadura es pasiva, únicamente aguarda las decisiones de los poderes fácticos y de la oposición, o la presión de éstos, para darle paso a la transición democrática. Esta idea simplista de Medal implicaría que en el país ya hay democracia, porque solo es cuestión de decidirse. Mientras, lo que hay por delante son tremendas luchas de la nación contra una dictadura brutal, no simples decisiones unilaterales de pequeños grupos de oposición. Medal prefiere ignorar las circunstancias brutales de la realidad en confrontación, y desestimar la carga explosiva de la situación humanitaria extrema para centenares de miles de trabajadores del campo y la ciudad.

La democracia, además, no es una entidad abstracta o neutral. Es una relación social en equilibrio, muy inestable cuando la economía se contrae. Todo orden social, especialmente la democracia, conlleva una hegemonía cultural, una prevalencia en las relaciones de producción de un sector social sobre los otros, en virtud de derechos de propiedad. Lo esencial es definir la transición estructural, posible y necesaria, de nuestra sociedad atrasada, porque de ello depende el orden jurídico formal a construir capaz de transformar la sociedad contra las fuerzas sociales retrógradas, que resienten el cambio progresivo urgente. La paz social se consigue, no por acuerdos subjetivos, o con buena voluntad, sino, cuando una hegemonía se vuelve estable porque logra destrabar el desarrollo de las fuerzas productivas.

La modernidad se ha abierto paso en la historia por medio de lucha de clases. Eliminando privilegios estamentales que traban el desarrollo. No es otro el sentido del triunfo de la democracia y de la construcción de la nación, que hacer del pueblo la fuente del poder, por y para el pueblo. Es lo que se define como Estado de Derecho, no de privilegios de nacimiento o de origen divino, o por el simple uso brutal de la fuerza.

¿De quién depende el futuro de Nicaragua?

“La oposición –continúa Medal- tendrá que decidir si participa o no en las próximas elecciones y en caso decida participar, si lo hará en bloques separados o unidos. De esas decisiones dependerá si Nicaragua se enrumba hacia una transición a la democracia”.

La democracia depende, como mínimo, de la derrota de la dictadura. De las decisiones de la oposición no depende, ni mucho menos, el destino de Nicaragua, sino, tan solo, el destino de la oposición. El destino de Nicaragua depende de lo que decida y de lo que haga el pueblo para conquistar derechos políticos. Depende de su lucha o menos, y ello, hasta ahora, está envuelto en la incertidumbre. Lo más que la ciencia nos permite, en este caso, es calcular tendencias y probabilidades de lo que es posible, a partir de las tensiones sociales del presente. En un sistema complejo, como es la sociedad, la conciencia humana no es el elemento decisivo, porque los cambios políticos no corresponden a una causalidad lineal, determinista, de causa-efecto. Pero, es un elemento indispensable para el orden alternativo.

“La decisión de participar o no –dice Medal- dependería de que el gobierno cumpla o no con los requisitos mínimos ya señalados por la OEA. Ello no implica –agrega- que la oposición no deba prepararse desde ahora a participar para el caso que, en mayo, existan evidencias claras que la elección cumplirá con los estándares internacionales”.

Es decir, la decisión que tome la oposición… la tomará en realidad Ortega, según que éste decida o menos que las elecciones cumplan con estándares internacionales. De este modo, la oposición no sólo no tiene iniciativa, sino, que está a expensas de Ortega. ¡Quién puede obtener, de esta manera sumisa, alguna victoria! Es absurdo que un adversario de Ortega se prepare para hacer aquello que éste le induzca que haga. Un estratega, en cambio, debe conocer cuál es la estrategia de Ortega para impedirle que pueda ejecutarla, o para que pague caro si la ejecuta.

La pregunta básica es: ¿Qué probabilidad hay que Ortega haga fraude? La respuesta es que, si está consciente que perderá las elecciones si no hace fraude, la probabilidad del fraude tiene un altísimo grado de certidumbre. De allí es que se debe partir para definir una línea de acción contra el fraude electoral de los próximos meses (“no para el caso que… Ortega decida cumplir…”).

Si las elecciones organizadas por Ortega son fraudulentas, es majadero que la oposición se proponga un triunfo electoral sobre Ortega. Es tan necio como entrenar para ser contratado como jugador profesional de futbol si a uno le han planificado amputarle ambas piernas dentro de pocas semanas. El proceso electoral amañado de Ortega se convertirá en su pantano, si el pueblo se dispone a aprovechar cada oportunidad, no para ganarle electoralmente, sino, para salir de Ortega, debilitándole.

El autor es ingeniero eléctrico.


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