1 de diciembre 2024
En el exilio nos ha llegado la triste noticia de la muerte de Carlos Manuel Morales, otro ser al que apreciábamos y a quien no pudimos despedir por nuestra situación de destierro.
Quedé en deuda con Pelota, pues habíamos acordado una entrevista para las Memorias de la Lucha Sandinista y nunca pude concretarla. Me interesaba, más que el relato de hechos, sus reflexiones sobre la etapa de la lucha en la que él se comprometió, y los eventos posteriores, porque Manuel era una persona analítica, reflexivo y muy crítico sobre el propio actuar de la revolución en los años ochenta. No se conformaba con la ejecución de tareas, ni acatar líneas disciplinarias. Siempre estaba presentando otra perspectiva de las cosas.
Lo conocí en 1975, cuando me trasladaron, ya clandestina, a Ocotal. Entonces Manuel (Abel), era responsable del Regional Norte (Estelí, Nueva Segovia y Madriz). Poco después se desató una de las oleadas represivas más brutales de entonces. Recordemos que en diciembre del 74 se había producido la toma de la casa de Chema Castillo, y entonces Somoza, en Consejo de Ministros, emitió el Decreto No. 4 en el que declaraba Estado de Sitio y Ley Marcial en todo el territorio nacional.
En julio de 1975, Manuel Morales y Bayardo Arce —quien había sido encargado de abrir la famosa Ruta Sandino, que conectaría con la Brigada Pablo Úbeda— habían instalado en el cerro El Copetudo, Nueva Segovia, una escuela de entrenamiento para guerrilleros. Omar Cabezas, Heriberto Rodríguez —veterano combatiente de la guerrilla de Raití y Bocay en 1963— y el profesor César Augusto Salinas Pinell, eran los instructores.
Esta escuela fue descubierta y la Guardia Nacional tendió un cerco sobre el cerro, usando tropas helitransportadas. Avisados de los movimientos de la GN, los guerrilleros se movilizaron. La mayoría logró romper el cerco, pero en la dispersión algunos fueron capturados y después asesinados. A partir de ahí, cayeron sobre las estructuras en Ocotal, capturando a decenas de colaboradores y obligando a las estructuras clandestinas a un repliegue escalonado que terminó en Estelí.
Cuadros clandestinos que habían permanecido en Ocotal tuvimos que abandonar la ciudad por la represión. Fui trasladada a Condega, para atender la organización de redes en el pueblo. Manuel Morales, jefe del Regional, y Bayardo Arce, se trasladaron a Estelí. A Leonel Espinoza lo trasladaron a San Juan de Río Coco, Quilalí y Wiwilí. Asimismo, tuvieron que pasar a la clandestinidad a jóvenes de Nueva Segovia, entre ellos Carlos Manuel Jarquín y Manuel Mairena.
Según los registros de la Cronología 1960-1979 El Pueblo Contra la Dictadura —de la que aún tengo pendiente publicar los años 60-77—, para el año 1968 Manuel Morales pertenecía a la Juventud Universitaria Católica (JUC), donde compartía con Glenda Monterrey, Marlen Chow, Josefina Cerda, Mario Barahona, los hermanos Jacobo y Suhaila Marcos Frech, Edgard Munguía y su novia Susi Guillén, Tita Valle, Berta Noruma, Samuel Lau y Salvador Méndez. Este movimiento apoyó al Frente Estudiantil Revolucionario (FER), en sus esfuerzos por ganar la presidencia del CUUN, llevando a la cabeza a Hugo Mejía, proveniente de la JUC, como candidato independiente, pero respaldado por el FER y por el Frente Demócrata Cristiano.
Al año siguiente, Manuel, pasó a militar orgánicamente en León, con Rogelio Ramírez, Jaime Wheelock, María Esperanza (Tita) Valle, Mario Noguera y José Vigil. En ese tiempo los principales cuadros del FSLN en León eran Leonel Rugama, Juan José Quezada y Edgard La Gata Munguía. Todavía no había cuadros clandestinos permanentes.
En mayo de ese año, Leonel Rugama se había matriculado en la UNAN-León con el nombre de Francisco L. Rugama y comenzó a dirigir El Estudiante, el periódico del FER. Manuel y otros estudiantes pasaron a colaborar en ese periódico, fundado en 1963 como órgano informativo del FER, dirigido entonces por el poeta Fernando Gordillo.
El 15 de enero de 1970, cuando Leonel Rugama cayó combatiendo y gritando ¡Que se rinda tu madre!, Manuel fue apresado y acusado por sus vínculos con el poeta Rugama y por tener literatura subversiva. Seis meses estuvo en prisión y ahí conoció a otros presos sandinistas. Logró su libertad el 20 de julio de 1970.
El año 1970 fue de gran represión. En septiembre las redadas desarticularon completamente las estructuras con la captura de 16 militantes, algunos de ellos clandestinos, como José Benito Escobar. Así que se inició el período de acumulación de fuerzas en silencio. Varios militantes viajaron a Chile, donde había ganado las elecciones el socialista Salvador Allende, entre ellos Carlos Manuel.
En 1972 fueron seleccionados militantes que estaban en Nicaragua y Chile para recibir entrenamiento en Cuba. Así viajaron a La Habana: Camilo Ortega, Francisco Rivera (El Zorro), Vladímir Alonso (Venancio), Edgar La Gata Munguía, Manuel Avilés, Mario Torres, Juan José Úbeda, David Blanco, Juan de Dios Muñoz, Alberto Bervis, Angelita Morales Avilés y Doris Tijerino.
De los que estaban estudiando en Chile se incorporaron: Jaime Wheelock Román, Roberto Calderón Meza, Mauricio Duarte, Carlos Manuel Morales Fonseca y la chilena Gladys Zalaquet. Fueron distintas especialidades. Manuel estuvo en el grupo que recibió entrenamiento en Guerra de Guerrillas con Francisco Rivera (El Zorro) y Vladímir Alonso (Venancio), Camilo Ortega, Bismark Suárez Espinoza (Augusto Castro), Jaime Wheelock, Roberto Calderón y otros.
El 4 de noviembre de 1973, Manuel y otros guerrilleros ingresaron por veredas al país conducidos por Germán Pomares, según relató el propio Germán en su Diario. Al año siguiente, 1974, Manuel participó en un encuentro con Eduardo Contreras, Pedro Arauz, Plutarco Hernández, Henry Ruiz, Víctor Tirado, Mauricio Duarte, Iván Montenegro y Bayardo Arce. Ahí se conocieron informes de la situación organizativa del país, se definieron líneas de trabajo y se decidió que Manuel pasara a recontactar las redes en Las Segovias, afectadas por las capturas de 1970.
En 1975 se vivía una gran efervescencia organizativa en Las Segovias. Cientos de ciudadanos se habían incorporado en múltiples tareas. Antes de la represión relatada, Manuel se hirió cuando limpiaba su arma, debiendo ser intervenido en el hospital de Somoto por los médicos Antonio Jarquín y Saúl López. Ese dato fue público cuando algunos de los capturados fueron presentados en la Corte de Investigación Militar.
Toda la represión obligó a un replanteo de las tareas, pero al mismo tiempo se produjo la primera fractura en la unidad del FSLN, y Luis Carrión, Roberto Huembes y Jaime Wheelock salieron del país. Manuel salió poco después, presentando formalmente su respaldo a las posiciones de lo que posteriormente sería la Tendencia Proletaria (TP).
De sus años en esa tendencia no he tenido mucha información, pero al triunfo de la revolución asumió responsabilidades como secretario político en el norte, y después como delegado regional del Gobierno, función en la que volvimos a trabajar juntos, pues yo era Ministra de Asuntos Regionales.
Recuerdo muy bien las coincidencias en muchos temas, por ejemplo, en el empeño de devolver a los municipios la autonomía plena, el manejo de sus recursos, la importancia de la participación de la gente desde abajo y las peleas contra tendencias centralistas de algunos ministros.
Carlos Manuel se distinguió por ser irreverente en sus planteamientos, pero también por su humor, a veces ácido, y siempre presente en la realización de sus trabajos. Fue uno de los cuadros más talentosos y queridos por la militancia y un personaje de la revolución. No hay duda de que el fin de su vida deja un gran vacío en su amada familia, pero también deja legados en muchos aspectos que será importante rescatar.