22 de enero 2021
Su cardiopatía lo vulnera mucho más ante un virus de comportamiento impredecible. El doctor Bismark Somarriba Martínez y su familia eran conscientes que si el SARS-CoV-2 se colaba en su organismo, los efectos podrían ser severos. No se equivocaron, el ginecobstetra lleva más de una semana en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) en un hospital privado en Managua. La buena noticia es que ha dado señales de recuperación.
Hace 21 años, al ahora doctor Bismark Somarriba le practicaron una cirugía de corazón abierto, debido a una insuficiencia aórtica, y desde entonces toma un anticoagulante de por vida. “Él es cardiópata. Al ser cardiópata, él sabía bien, estaba claro que sí le daba esta enfermedad, la evolución de él no iba a ser pasajera, eso lo sabíamos; por muy pequeña la carga viral que fuera, a él le iba a evolucionar de esta manera (…)”, cuenta su esposa, la también médica pediatra, Alba Luz Hernández.
El doctor Somarriba es uno de los hijos menores de un total de 12. Es originario de Managua, proviene de una familia sencilla y supo desde siempre que lo suyo era la medicina. De niño, cuando lo llevaban a hospitales, observaba con cierta admiración a los médicos que iba y venían, portando sus gabachas blancas, y él se veía, en un futuro, como uno de ellos, relata su esposa.
En su casa, ubicada en el Barrio Campo Bruce, estaba atento si alguno de los miembros de la familia enfermaba y presto para ayudar en cualquier curación. Estudió en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua y viajó a Puerto Cabezas para realizar su servicio social. Estuvo un año en el hospital de la zona, y luego se desempeñó como el epidemiólogo del SILAIS del Caribe Norte.
Mientras conocía las diversas especialidades de la medicina, se enamoró de ginecobstetricia y pronto ingresó al Hospital Bertha Calderón, ahí se destacó y se convirtió en jefe de residentes, y jefe de ruta crítica. Lleva 29 años cumpliendo su sueño de niño y 21 como especialista.
Desconocen como se contagió el doctor Bismark Somarriba
Cuando el virus llegó a sus vidas --la de él y su familia--, el doctor Bismark Somarriba trabajaba de forma privada, en su clínica. La presencia de casos de covid-19 provocó que reforzaran las medidas de protección, tanto para los pacientes como para el cuerpo médico.
Cada paciente debía programar cita, asistir sin compañía y usar toda la protección necesaria. Para evitar aglomeraciones, solo aceptaban un paciente cada hora. Por eso es tan difícil responder, con certeza cómo se pudo haber contagiado, cuando contaban con todos los cuidados.
Aunque el médico es ginecobstetra, también atendió pacientes con síntomas de covid-19, a través de video llamadas. Dictaba recetas y recomendaciones para auxiliar a los familiares de sus pacientes habituales que se habían contagiado. Las consultas siempre fueron por teléfono, nunca hubo atención presencial porque el médico sabía que persistía un riesgo de contagio, pero a la vez, no quería dejarlos solos. Era su forma de ayudarlos.
Los síntomas comenzaron con una tos esporádica
Era pasado cuatro de enero, el doctor Bismark Somarriba, de 52 años, percibió una tos esporádica. Nada porqué alarmarse. Sin embargo, pronto, la tos se tornó más constante. Decidió aislarse en un cuarto.
Empezó el cansancio, pero aún nada grave. Se atendió con medicamentos y oxígeno. Pero la fatiga se fue agudizando, y la necesidad de llevarlo al hospital imperaba. La evolución de la enfermedad fue rápida. Lleva ocho días en la UCI del hospital Vivian Pellas, luchando contra la covid-19. Todos los días, por la mañana, escucha y ve a su esposa e hijas.
“Él está consciente, solo que no puede hablar por la máscara y el cansancio”, relata a CONFIDENCIAL, su esposa. El médico ha respondido al tratamiento. Una de sus más recientes radiografías indicó un proceso de desinflamación de sus pulmones y la noticia es celebrada por su familia y amigos que han estado pendientes de su salud. Su esposa, desde hace 26 años, asegura que la recuperación es lenta, “no es de la noche a la mañana”.
Agrega que no es fácil atravesar por la angustia que ahora padecen. La covid-19 es una enfermedad “traicionera”, ya que no se sabe cómo se encuentra el sistema inmunológico de una persona; puede manifestarse de forma leve o severa, señala la pediatra Hernández.
“Esa sensación de miedo cuando, de pensar que un familiar tuyo se te va a ir en cualquier momento, se te puede ir, que pende de un hilo la vida de él (…)” expresa. A su vez, agradece la solidaridad de amigos, pacientes, colegas, que han apoyado mediante sus oraciones y aportes económicos para la recuperación del médico.
Esas muestras de cariño le dan fuerza “porque uno se siente que no está solo” y emociona ver cuánta gente lo quiere, expresa. “Sabemos bien que las condiciones del país, económicamente son pésimas y a pesar de todo eso, ha habido un desprendimiento, la gente ha dado, y eso es lo que ha hecho que este ahí en el hospital. Un hospital carísimo, todo ha sido posible gracias a las donaciones. Estamos inmensamente agradecidos”, sostiene.
La familia siempre mantiene abierta la convocatoria para quienes puedan brindar su apoyo económico, ya que deben seguir cubriendo los costos de hospitalización. La situación del médico se conoció a través de la Unidad Médica Nicaragüense (UMN), de la cual es miembro y quien hizo público un llamado a la solidaridad, en el que señaló que para cualquier contribución económica, se haga a través de la cuenta bancaria en BAC 021009022, a nombre del médico.
Francela Sáenz, paciente del doctor Somarriba desde hace nueve años, lo considera “como un hombre con un gran corazón”. No olvida cuando llegó de emergencia por una hemorragia con dos meses de embarazo. Lo primero que le dijo al médico es que no tenía dinero para pagar la hospitalización. Él le respondió que eso no era importante, la prioridad era salvar la vida del bebé y ese acto la marcó para siempre.
Su esposa, la pediatra Hernández, asegura que él es bien “chilero” con sus pacientes, a quienes aconseja, y con quienes, a veces, adopta el papel de psicólogo. Todo el cariño que ellos le tienen ha quedado demostrado actualmente, cuando él lucha por su vida.