17 de octubre 2024
Ahora que las encuestas indican que Kamala Harris tiene al menos un 50% de probabilidad de ganar la elección presidencial de noviembre en los Estados Unidos, las preguntas por su agenda de política económica han pasado a primer plano. Por supuesto, mucho dependerá también de los resultados de la elección legislativa. Si los demócratas obtienen la Casa Blanca y las dos cámaras del Congreso, podrán aprobar políticas fiscales con mayoría simple (usando el “proceso de reconciliación presupuestaria”). De lo contrario, es evidente que el Gobierno de Harris estará más restringido.
Durante su breve campaña presidencial en 2019, las propuestas económicas de Harris estuvieron bien hacia la izquierda del Partido Demócrata. Entre otras cosas, apoyaba la atención médica universal financiada por el Estado, la despenalización del cruce ilegal de fronteras, un “New Deal Verde” de diez billones de dólares para hacer frente al cambio climático y la prohibición del fracking.
Ahora se presenta con una plataforma más centrista que incluye apoyo a la Ley de Atención Médica Accesible (Obamacare), aunque con algunos cambios, por ejemplo un precio máximo para la insulina y más autoridad gubernamental para negociar precios de medicamentos para los programas Medicare y Medicaid. También se muestra favorable al reciente acuerdo bipartidario para controlar la inmigración ilegal (que luego los republicanos sabotearon a instancias de su contrincante Donald Trump por razones electorales), acepta el fracking y apoya el programa más limitado (un billón de dólares) de gasto en descarbonización incluido en la Ley de Reducción de la Inflación. (De hecho, no ha hablado mucho de cambio climático en sus discursos).
Aunque sobre muchas de sus otras propuestas todavía no hay precisiones, parece que las políticas económicas de Harris serían continuación de las del presidente Joe Biden: repatriación de fábricas y creación de una “economía de oportunidades” con crecimiento más inclusivo; intervención estatal donde sea necesario, en particular una política industrial para dar apoyo a los sectores económicos y tecnologías del futuro; y control regulatorio del poder de las grandes empresas oligopólicas.
En lo referido a la política fiscal, Harris propone que el costo del cuidado infantil no supere el 7% del ingreso familiar (para lo cual sería necesario un subsidio), reactivar la asignación por hijo y otorgar un crédito fiscal de 25 000 dólares para la compra de la primera vivienda. Dado que estas medidas pueden aumentar la demanda y los precios, también tiene planes para incrementar la oferta de vivienda asequible. Propone crear algunos nuevos créditos fiscales para pequeñas empresas y ampliar las rebajas impositivas de Trump para los hogares que ganen menos de 400 000 dólares al año.
Para financiar estas políticas propone aumentar del 21% al 28% el impuesto de sociedades, cobrar más impuestos a los ultrarricos (que hoy pagan una tasa marginal máxima del 39%) y explorar la posibilidad de gravar las plusvalías no realizadas. Por último, no tiene planes de reformar programas de prestaciones como el Seguro Social y Medicare. En síntesis, el Comité por un Presupuesto Federal Responsable calcula que las propuestas de Harris costarían 3.5 billones de dólares a lo largo de un decenio, mientras que el costo de las de Trump sería 7.5 billones, a menos que se introduzcan otros gravámenes (por ejemplo aranceles).
En cuanto a las políticas de Harris en el área del comercio internacional, se parecerían bastante a las de Biden, aunque no ha dicho mucho sobre China en la campaña. Se mantendría la “reducción de riesgos” (pero no un desacople) en sectores estratégicos (por ejemplo metales críticos, tierras raras, tecnología verde y alta tecnología), además de las sanciones y restricciones a la exportación de semiconductores y otros insumos relacionados con la inteligencia artificial.
La estrategia de la Administración Biden frente a China, de imponer fuertes protecciones en sectores acotados, se ha descrito como “ponerle un vallado alto a un jardín pequeño”; lo más probable es que Harris agrande el jardín. Esto implica mantener los aranceles actuales (por ejemplo el del 100% sobre los vehículos eléctricos fabricados en China), reforzar las restricciones a la inversión extranjera directa desde y hacia China y adoptar muchas de las propuestas del comité especial para China de la Cámara de Representantes.
Pero a diferencia de Trump, Harris no impondría aranceles a países amigos y aliados ni un arancel universal a todos los productos chinos. Su objetivo en relación con China sería una competencia estratégica administrada, en vez de contención total o desacople. Alentará a los aliados de la OTAN a gastar al menos un 2% de su PIB en defensa (algo que de hecho ya están haciendo 23 de los 32) y seguirá una política favorable a las alianzas, a pactos de seguridad multilaterales como el Quad y el AUKUS y a las relaciones bilaterales con socios importantes como la India y Filipinas. Mantendrá a Estados Unidos en el Acuerdo de París sobre el clima y procurará reforzar la reducción de emisiones y acelerar la transición verde.
Sin embargo, lo mismo que Biden, Harris no buscará unirse al sucesor del Acuerdo Transpacífico (a pesar de que muchos estrategas creen que el “giro en dirección a Asia” necesita un soporte económico). Sin abandonar la política estadounidense de tipo de cambio flotante, tal vez use más la amenaza de catalogar a algunos países como manipuladores de divisas. Del mismo modo, no dejará de usar el dólar estadounidense como instrumento de seguridad nacional (a través de sanciones primarias y secundarias). Pero es de suponer que también será lo bastante prudente para seguir políticas tendientes a preservar el lugar del dólar como principal moneda de reserva global.
De modo que las políticas de Harris en fiscalidad, comercio internacional, clima, inmigración, moneda y relación con China serían bastante diferentes a las de su oponente. La agenda de Trump tiene más probabilidad de causar inflación, reducir el crecimiento económico (a través de aranceles, depreciación de la moneda y restricciones a la inmigración) e inflar el presupuesto. Pero los mercados no han trasladado a sus cotizaciones el daño que haría Trump a ellos mismos y a la economía. Puede que la perspectiva de un Gobierno dividido le ponga límites, o que sus asesores más moderados o la disciplina del mercado diluyan sus propuestas más radicales. Aun así, en la boleta para la presidencia, las diferencias entre los dos candidatos están muy claras.
*Artículo publicado originalmente en Project Syndicate.