Charles A. Kupchan / Samuel Charap
15 de septiembre 2024
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La jugada de Zelenski en Kursk. El final de esta guerra no se hallará en el campo de batalla, sino en la mesa de negociaciones
El secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd J. Austin y el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky durante la séptima reunión del Grupo de Contacto de Defensa de Ucrania (UDCG, por sus siglas en inglés) en la base aérea estadounidense de Ramstein (Alemania), el 6 de julio de 2024. // Foto: EFE/ Ronald Wittek
La audaz incursión en la región rusa de Kursk ha dado a los ucranianos un muy necesario avance militar, y es un nuevo revés para el Kremlin. Pero no cambia la situación fundamental de la guerra. Aunque las fuerzas ucranianas han ocupado más de mil kilómetros cuadrados en Rusia, el ejército ruso ha hecho importantes avances a lo largo del frente en la región ucraniana de Donbás y no deja de bombardear Ucrania desde el aire. Ninguno de los dos países está en condiciones de lograr una victoria militar absoluta; el final de esta guerra no se hallará en el campo de batalla, sino en la mesa de negociaciones.
Es allí donde la incursión de Ucrania en Kursk puede terminar siéndole útil. Al demostrar que puede llevar los combates a territorio ruso, Ucrania ha fortalecido su posición para futuras conversaciones. Estados Unidos y sus aliados ahora deben trabajar con Ucrania para aprovechar esta nueva ventaja y trazar un curso hacia un alto el fuego y la resolución diplomática.
Incluso antes de la incursión ucraniana en Kursk, ya se había abierto una ventana de oportunidad para la diplomacia. El presidente ucraniano Volodímir Zelenski siempre ha insistido en que un requisito indispensable para la negociación es la restauración total de la integridad territorial de Ucrania. Pero durante el último verano (boreal), se abrió a una posible iniciativa diplomática y recalcó la necesidad de negociar un final para la guerra “lo antes posible”. Justo después de una cumbre sobre la paz que tuvo lugar en Suiza el pasado junio, dijo que quería que Rusia estuviera presente en la próxima reunión. Y aunque firmó un decreto que prohíbe cualquier tratativa directa con el presidente ruso Vladímir Putin, declaró que estaba dispuesto a dialogar con él.
Este cambio en la postura de Zelenski ha allanado el camino para una diplomacia discreta entre Ucrania y Rusia. Hace unos meses ambos países casi llegan a un acuerdo para asegurar corredores marítimos de uso civil en el Mar Negro. Además, había planes de negociar en Qatar una prohibición de ataques contra la infraestructura civil (pero la operación en Kursk interrumpió la iniciativa).
El giro tentativo de Ucrania hacia la diplomacia es enteramente comprensible. En los últimos veinte meses no ha dejado de perder territorio ante las fuerzas rusas, y el pueblo ucraniano comienza a cansarse: las encuestas de opinión ahora muestran que cerca del 50% de la población está a favor de negociaciones. En junio se aprobó una ley que amplía la movilización militar, pero el reclutamiento de tropas sigue siendo difícil. Los periódicos ataques rusos contra la infraestructura ucraniana afectan la economía del país, que tiene alrededor del 50% de la capacidad de generación eléctrica fuera de servicio. Y la dirigencia ucraniana tiene buenos motivos para temer que en Estados Unidos y Europa disminuya el apoyo político a futuros paquetes de ayuda.
Podría pensarse que la operación en Kursk es una señal de que en Kiev ya no hay interés en negociar, o que los comentarios de Zelenski sobre una negociación sólo fueron cobertura para facilitar el ataque sorpresa. Sin embargo, todo indica lo contrario. Altos funcionarios ucranianos, incluido Zelenski, han vinculado explícitamente la operación en Kursk con un intento de mejorar la posición de Ucrania en la mesa de negociaciones. Es común que las guerras se intensifiquen poco antes de las conversaciones que les pondrán fin, y es lo que puede estar sucediendo ahora.
También en Washington se ha abierto una ventana de oportunidad para la diplomacia. Ahora que el presidente Joe Biden ya no se postula para la reelección, puede pulir su legado ayudando a Ucrania a alcanzar una resolución diplomática. Lograr un acuerdo que asegure prosperidad para el 80% del territorio de Ucrania que aún está bajo control del gobierno en Kiev, a pesar de casi tres años de agresión implacable de un vecino mucho más grande, sería un éxito innegable. Cuando terminen los combates, Estados Unidos puede y debe seguir trabajando para restaurar la integridad territorial de Ucrania, con el uso de herramientas diplomáticas, políticas y económicas, incluido en esto hacer que el Kremlin pague un precio por prolongar la ocupación.
Por su parte, a Ucrania le conviene adelantar el inicio de contactos, para aprovechar la mejora de su posición negociadora obtenida con los avances militares en Kursk. Demorar las conversaciones innecesariamente puede debilitar esa posición, ya que podría ocurrir que sus fuerzas en Kursk se vean obligadas a retroceder, que las fuerzas rusas sigan haciendo avances en Donbás, o ambas cosas.
Estados Unidos debe ayudar a Ucrania a tomar medidas eficaces en dirección a una desescalada del conflicto, sobre la base de las abortadas conversaciones para la apertura de corredores marítimos en el Mar Negro y la prohibición de ataques contra infraestructuras civiles. Otras medidas posibles serían prohibir ataques en profundidad contra áreas de retaguardia, por ejemplo Crimea y todos los centros urbanos ucranianos. Incluso se podrían establecer zonas de repliegue militar a lo largo de los mil kilómetros de línea de frente, que en la práctica actuarían como áreas de experimentación para un alto el fuego general.
Otra posibilidad es que ambos gobiernos acuerden abstenerse de futuras incursiones en áreas de la frontera no disputadas (como la invasión rusa de la región de Járkov hace unos meses y la reciente operación ucraniana en Kursk). Estas medidas pueden servir de base para negociar una paz duradera.
Por supuesto que la voluntad rusa de iniciar una desescalada (por no hablar de un alto el fuego) es muy incierta; la respuesta de Putin a la incursión en Kursk fue declarar que ahora es imposible negociar. Pero vale la pena tantear las aguas. Ahora que la operación en Kursk demostró la capacidad de Ucrania para aumentar los costos que paga Rusia, Putin tiene más incentivos para dialogar. Y fueran cuales fueran sus ilusiones cuando lanzó esta invasión brutal, ahora que ya van dos años y medio de ganancias militares limitadas a un costo extremadamente alto, incluso Putin ha de entender que la pregunta no es si hay que iniciar negociaciones, sino cuándo.
Si el Kremlin rechaza las ofertas de desescalada, al menos el próximo Gobierno estadounidense sabrá que Rusia no tiene interés en la paz. Esta constatación no sólo ayudará a mantener la coalición internacional de apoyo a Ucrania, sino que además puede atraer otros países del sur global que hasta ahora se han negado en su mayoría a tomar partido, a pesar de lo inequívoco de la agresión de Rusia contra su vecino. La intransigencia rusa incluso puede persuadir a China de tomar distancia de la guerra de Putin y presionarlo para que busque una salida diplomática.
La intensidad de los combates actuales hace poco probable un alto el fuego antes de la asunción del próximo Gobierno estadounidense. Pero aún así Estados Unidos puede hacer avances graduales que reduzcan en forma apreciable las muertes y la destrucción; avances que serían valiosos en sí mismos y facilitarían el trabajo del próximo Gobierno estadounidense en pos de alcanzar el final de este devastador conflicto.
*Este artículo se publicó originalmente en Project Syndicate, con el título: Cómo aprovechar al máximo la jugada de Kursk. El artículo también fue escrito por Samuel Charap, presidente distinguido de Política sobre Rusia y Eurasia y politólogo sénior de RAND. Charap también trabajó en el Departamento de Estado durante la presidencia de Barack Obama.
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Miembro senior del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) y profesor de asuntos internacionales en la Universidad de Georgetown. Fue director de Asuntos Europeos en el Consejo de Seguridad Nacional durante la primera Administración de Bill Clinton, y es autor de numerosas obras sobre asuntos internacionales y estratégicos
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