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El misterio de la izquierda putiniana

El régimen que gobierna en Rusia ocupa hoy la derecha más extrema del mundo. Es lógico que reciba el apoyo de los nazis

Vladímir Putin.

Vladímir Putin, presidente de Rusia. Foto: EFE

John Carlin

2 de septiembre 2024

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Siempre es útil recordar, incluso releer, ‘Rebelión en la granja’ de George Orwell, la fábula sobre un fenómeno del siglo XX que sigue vivo en el XXI: el de los idealistas de la izquierda que, llegados al poder, son iguales que los tiranos de la derecha. Orwell pensaba en la Rusia de Stalin; hoy pensaría en la Venezuela de Nicolás Maduro o en la Nicaragua de Daniel Ortega.

Algo parecido, que también le hubiera dado material al escritor inglés, es la similitud entre la extrema izquierda y la extrema derecha incluso antes de ocupar el gobierno.

Pienso en las posturas casi idénticas que ambos presuntos antagonistas adoptan frente al conflicto más transcendental del momento, la guerra en Ucrania. No hay ningún lugar en el que haya más en juego. Es el principal escenario de la lucha global entre el autoritarismo y la democracia; es donde existe la mayor posibilidad, desde hace sesenta años, de que estalle una guerra nuclear.

Diría--¿no?--que es importante lo que uno opina al respecto, en particular si uno vive en uno de esos países donde uno puede opinar en libertad, donde todos los partidos políticos pueden participar en elecciones y aspirar a gobernar. Hablo de, por ejemplo, Alemania. Excluyo a Venezuela, Nicaragua, Corea del Norte, Eritrea, Bielorrusia, Mali, Siria y Rusia, los únicos países del mundo que han votado en contra de repetidas resoluciones de la ONU exigiendo la retirada de las tropas rusas de Ucrania.


Selecciono Alemania de las opciones disponibles porque ahí se celebran hoy mismo elecciones regionales que los nazis pueden llegar a ganar por primera vez desde los años treinta. Bueno, “nazis” es lo que algunos les llaman. “Neonazis” --más suave, supongo-- es lo que les llama el actual gobierno nacional del partido social demócrata. Me refiero al partido Alternativa para Alemania (AfD), favorito a ganar las elecciones de hoy en Saxonia y Thuringia, dos regiones que curiosamente formaban parte de lo que fue la Alemania del Este hasta la caída del muro de Berlín.

Más curioso aún, comparten ideas con los “comunistas” del partido Alianza Sahra Wagenknecht. Ambos presionan al gobierno en Berlín para que se corte la ayuda miltar a Ucrania; en junio ambos boicotearon un discurso del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, en el parlamento alemán.

Mucho más coherente, claro, la postura de los nazis, ya que el régimen de Putin ocupa la derecha más extrema del mundo contemporáneo. Que los comunistas alemanes estén a favor del totalitarismo ruso es, en cambio, irrracional, y confirma la idea de que Orwell podría haber escrito hoy una satírica variante de ‘Rebelión en la granja’.

Confirma también lo que se lleva diciendo hace tiempo, que las diferencias ideológicas de la Guerra Fría se vuelven cada día más irrelevantes, y que los dos polos de la izquierda y la derecha se derriten y se funden en una visión compartida: la del rechazo a la democracia. El régimen bolivariano de Venezuela, el régimen sandinista de Nicaragua y la Alianza Sahra Wagenknecht, todos autoproclamados defensores del proletariado, apoyan a la dictadura neonazi rusa.

Pero estas contradicciones, o confusiones, o hipocresías (elijan la que más les guste) no se limitan a repúblicas bananeras o a rojos locos en Alemania. Se detectan en la izquierda que llamamos “radical”, la de los “intelectuales”, en todos lados, particularmente en Europa y en América Latina. Donde delatan más su cacao mental es en su apoyo a Putin, en su antipatía hacia Zelenski y en su estúpida obstinación en la idea de que la guerra de Ucrania es culpa no del invasor ruso sino de los países de la OTAN (como Islandia, Grecia o Portugal).

¿Cómo expresan estos sentimientos? En público en su oposición al suministro de armas a Ucrania. Pienso, por elegir entre muchos, en partidos de la izquierda española. A ver, nenes: ¿durante la guerra civil se hubieran opuesto al suministro internacional de armas para combatir a Franco? ¿O a la participación de soldados extranjeros como Orwell del lado republicano? ¿Hubieran dicho “no, no, armas no, queremos la paz, queremos una solución negociada ya”?

“Pendejos” es la primera palabra que me viene a la mente. La siguiente es “idiotas útiles”. OK: dos palabras, las que se usaban el siglo pasado para definir a la izquierda biempensante europea que predicaba a favor de Stalin. ¿No ven que Putin es lo más cercano a Franco, o a Hitler o a Stalin que tenemos en el siglo XXI? ¿No ven que Zelenski encarna hoy la defensa de la democracia contra la tiranía? Y ustedes que declaman tanto contra el imperalismo yanqui: ¿nada que decir del imperialismo ruso?

Parece que no. Además, lo que dice la izquierda putiniana en público ofrece solo una pista de lo que opinan en privado, que tiende, en el mejor de los casos, hacia una equivalencia moral entre Rusia y Ucrania.

Daré un ejemplo entre muchos. Hablaba hace unos meses con un veterano político de la izquierda española. “Bah,” me dijo, “Putin y Zelenski son la misma cosa”. ¡Wow! Igualito hubiera sido decir que Hitler y Churchill eran la misma cosa durante la segunda guerra mundial.

Zelenski no es un ser perfecto, como tampoco lo fue Churchill. Hay gente en Ucrania que no votaría hoy por Zelenski como hubo gente que no votó por Churchill y lo expulsó del gobierno al final de la guerra. Entre ellos estaba mi padre escocés, que combatió en la fuerza aérea británica contra los nazis y odiaba a Churchill. Pero tenía claro que Hitler era mil veces peor.

Puedo entender que Putin tenga simpatizantes en la derecha, como Trump y compañía. Lógico. Pero es tremendo que haya tanta gente de la izquierda internacional que carezca hoy de la simple claridad moral que tuvo mi padre. Suelen ser personas preparadas, leídas, bien articuladas.

¿Qué mierda tienen en la cabeza? Me gustaría que alguien me lo explicara.

*Artículo publicado originalmente en Clarín

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John Carlin

John Carlin

Periodista y escritor. Ha sido corresponsal en varios países de Sudamérica, Estados Unidos y Sudáfrica. Su libro "El factor humano", tuvo gran aceptación entre el público y la crítica literaria.

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