29 de julio 2024
Creer que con quedarse callado y pretender que no pasa nada en una dictadura, y hasta pensar que las violaciones de derechos humanos solo afectan a los militantes y activistas que desafían al régimen, no solamente es equivocado, sino que además contribuye a postergar las transiciones democráticas.
Esta misma actitud se manifiesta en la complacencia en las etapas nacientes de las dictaduras cuando se asocia la “mano dura” con buen Gobierno, o cuando se trivializa el problema de la corrupción, “todo mundo roba, al menos este construye”. Las recientes “lecciones” de Bukele contra las maras son ejemplos que el intercambio entre la soberanía de los derechos constitucionales por el orden social, no deja réditos positivos. El régimen Ortega Murillo es un ejemplo más contundente de cuan destructivas son las dictaduras cuando estos déspotas toman vuelo con los derechos que van coartando en la población. Siempre hay un punto de inflexión, y empieza cuando el líder predica la coerción en lenguaje popular.
Las dictaduras del siglo XXI han mejorado su técnica represiva, su mecanismo de control social, sus métodos para lidiar con el aislamiento diplomático sin perder mercados internacionales. El resultado sigue siendo el mismo, sociedades reprimidas, controladas por un líder autócrata, sacrificando el desarrollo económico y social de sus ciudadanos. Pero las consecuencias son peores no solo porque retrasan el desarrollo, sino que condenan a la sociedad a una pobreza política y económica a más de una generación. Por ello es importante que las sociedades y la comunidad internacional se preparen para resistir a las dictaduras. No se trata de ir a la calle y arriesgar que te peguen un tiro, se trata de informarse, de conocer cómo funcionan estos regímenes, cómo roban y cómo el pueblo se prepara cuando estas dictaduras empiezan a dar señales de desgaste.
Los números no mienten: las dictaduras del siglo XXI son nefastas
El llamado declive democrático al que se han referido muchos medios y expertos para resaltar los retrocesos políticos en muchos países es una advertencia de lo cerca que se está de llegar a vivir en un mundo dictatorial. Los grupos cívicos en El Salvador, Honduras, Perú, Paraguay, entre otros, tienen que redoblar esfuerzos por acordar un pacto político democrático, de otra forma la ola dictatorial los consumirá.
En el siglo XXI hay 45 dictaduras, además de las teocracias de los países exportadores de petróleo y el comunismo en la República Popular China, con mil millones de personas subyugadas en un sistema represivo y mercantilista. Estas dictaduras llevan en promedio 14 años, y comparten en común dos grandes realidades: primero, son países en los que la política pública prevalece a favor de la élite gobernante y desatienden las necesidades sociales; segundo, más allá de la noción de transgredir los derechos políticos, son Estados políticamente inestables, en los que las pugnas internas prevalecen entre luchas intestinas entre el círculo de poder y estamentos militares, policiales y partidos dominantes. Entre más años lleva una dictadura, mayores las fisuras hasta llegar a su colapso.
Las dictaduras son países con líderes que tienen a sus gentes en la pobreza, con niveles de ingreso per cápita promedio que representan un quinto del ingreso promedio per cápita en países sin dictadura. Exhiben altas tasas de subempleo y bajos niveles de desarrollo social. Y no es que una cosa (el retraso), lleva a la otra, en el siglo XXI el retraso ocurre bajo dictaduras.
En lo político el problema estriba en el método que están utilizando estos regímenes para sostenerse en el poder es más sofisticado y en etapas. Empiezan a concentrar el poder institucional (tomándose la legislatura y el Poder Judicial), para después proceder al ataque al pluralismo social coartando la independencia de los medios de comunicación, la libertad religiosa, el control de las organizaciones de la sociedad civil, grandes o pequeñas, filantrópicas o de otro tipo, y acechando la empresa privada gradualmente desplazándolos hasta imponer su propia élite económica.
En las dictaduras se produce mayor migración como consecuencia de la represión estatal, en la que el régimen es responsable del 35% de todos los migrantes. En muchos de estos países existe una estructura de captura del Estado a favor de la élite gobernante. Una estructura en manos de un clan familiar (como en Nicaragua) o una mafia (como en Venezuela) que redireccionan la contratación pública y la extorsión hacia negocios del círculo del clan. En estas dictaduras el endeudamiento externo, la dependencia en remesas, y la ayuda externa son mayores, aun en medio de la ausencia de cumplimiento con las cláusulas contractuales.
Estos son países con comercio exterior más cerrados, cuya inserción global es más limitada porque sus líderes no invierten en la complejidad económica que depende de un capital humano sano, educado, inteligente.
Son países dependientes perversamente de la ayuda externa, el endeudamiento y las remesas.
Estos regímenes priorizan la inversión pública a través del endeudamiento externo y facilitan el apoyo económico a sus élites para mantener un circulo de lealtad alrededor del poder dominante. El resultado son economías más rurales, menos autosuficientes y menos competitivas en la economía global.
Al mismo tiempo, frente a la pobreza que estos regímenes alimentan, se aprovechan de la cooperación internacional para que el mundo “se encargue” de los pobres y reciban ayuda externa en salud, educación, y alimentación.
Estos países también son presa del cultivo geopolítico de China y Rusia. El nivel de dependencia comercial con China y Rusia es mucho mayor que la dependencia de países sin dictadura con estos dos países Las dictaduras se refugian comercialmente con China para resolver sus deficiencias en la economía global, comprando barato y de mala calidad.
El problema de China estriba en que este régimen promociona la idea de que está bien tener relaciones comerciales, aunque se violen los derechos humanos o no exista democracia. Al mismo tiempo China cultiva una huella geopolítica que eventualmente va aprovechando para sus intereses económicos y de competencia con Estados Unidos.
Desde cualquier ángulo que se mire, las dictaduras no le dan réditos a sus ciudadanos. Al contrario, estos regímenes le restan al pueblo sus energías, creatividad, talento y ganas de vivir en su tierra.
Contener el declive democrático en las Américas
Seguido a la concentración de poder muchos de los llamados líderes, como en Honduras, están tratando de restringir la libertad de sus ciudadanos. Pero una vez que se da la concentración del poder pasan al estado de excepción y represión. Y cuando la concentración del poder se monopoliza, la radicalización autoritaria se torna casi irreversible. Y entre más años esté en el poder un dictador, menor es el Estado de derecho, mayor la inestabilidad, la migración, y la pobreza. La dictadura de Nicaragua ha dejado a sus ciudadanos sin acceso a educación formal, con la eliminación de sus centros académicos más importantes, con la destrucción casi total de las organizaciones de la sociedad civil y con el cierre de medios independientes, y la expulsión de más de 800 000 ciudadanos.
Frente a esta realidad, y en medio de procesos electorales mundiales, incluyendo en Estados Unidos, éste país debe aumentar su protagonismo político aumentando la denuncia, las sanciones, penalidades y apoyando grupos cívicos democráticos y acompañarlos sin cesar. La experiencia venezolana de las elecciones del 28 de julio de 2024 han creado un vacío internacional, en donde el rol crítico de Estados Unidos está casi ausente. Mas que una política exterior por redes sociales, es vital que Estados Unidos use su liderazgo en la defensa de los demócratas.