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¿Se puede taponear el Tapón del Darién?

Un plan político para detener la migración en el istmo de Panamá preocupa por los posibles impactos humanitarios

Migrantes en su travesía por el Tapón del Darién. Foto: EFE/Archivo

Jordana Timerman

11 de julio 2024

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El encuentro entre Sudamérica y Centroamérica es una franja de tierra angosta denominada el istmo de Panamá que conecta con el noroeste colombiano. Forma parte del parque nacional del Darién y está cubierta con selva impenetrable. En las geografías de movilidad regional fue siempre una barrera natural al tránsito entre Colombia y Panamá; se corta la carretera Panamericana y no hay conexión vial, razón por la cual también se conoce como el Tapón del Darién. Algunos lo llaman “la ruta de la muerte”: Hasta hace diez años los peligros naturales y amenazas del crimen organizado eran insuperables para la mayoría de los viajantes. El flujo migratorio hacia “El Norte” necesariamente pasaba por otros lados.

Pero en los últimos años, desde 2021, la zona se convirtió en una suerte de autopista migrante. En ese año cruzaron aproximadamente 133 000 migrantes por la peligrosa selva, el mismo número que había transitado el istmo en la década previa. Desde entonces, el número de migrantes creció de forma exponencial: 248 000 en 2022 y más de 520 000 en 2023. Las cifras en lo que va de 2024 indican que continúa la tendencia: casi 200 000 personas ya cruzaron y se espera que la cifra total pueda trepar a 800 000 según UNICEF. Esto no quiere decir que los riesgos se hayan ido: por lo menos 141 personas murieron en el tapón en 2023, probablemente solo una fracción de la real mortalidad. Personas que sobrevivieron cuentan de cadáveres embarrados que seguramente se resbalaron por caminos sinuosos y otros ahogados en ríos traicioneros.

Esta semana, el flamante presidente de Panamá, José Raúl Mulino, prometió taponear el tapón, por así decirlo. Aunque luego las autoridades colombianas dijeron que el cierre no fue acordado bilateralmente, y manifestaron preocupación por los impactos humanitarios de esta nueva política. Su intención era frenar el flujo de transito migrante a través del istmo, una política que comenzó inmediatamente con alambre de púa en tres de los principales caminos. Quizás sea más relevante el acuerdo que firmó Panamá con Estados Unidos el lunes como primer acto del Gobierno de Mulino. En él, se detalló el apoyo financiero y logístico que se recibirá para las operaciones migratorias de Panamá, en especial para deportar a las personas a sus países de origen. Este es un cambio significativo sobre la política panameña hacia los migrantes hasta el lunes: antes era ponerlos en colectivos y llevarlos hasta la frontera de Costa Rica para que avancen sin complicar más la situación en Panamá. Vale la pena enfatizar que se les cobra a los migrantes por este servicio obligatorio.

El anuncio de Mulino fue un gesto diplomático hacia el Gobierno estadounidense de Joe Biden, para quien el tema migratorio se ha convertido en una pesadilla electoral en la campaña presidencial. Además, forma parte de una tendencia regional de colaboración (por voluntad propia o en respuesta a presión) con Estados Unidos para detener migrantes mucho antes de que puedan llegar a la frontera sur de ese país. Esto es importante en Norteamérica porque la ley internacional permite que las personas que lleguen puedan pedir asilo ahí —aunque el Gobierno de Donald Trump y el de Biden hayan limitado este derecho de varias formas—.


Pero los expertos consideran sumamente improbable que la propuesta —de la que todavía no se conocen los detalles finos—  sea capaz de detener la marea migrante.

La Ruta al Darién: restricciones y crimen organizado

Cada individuo tiene una historia personal que lo empuja a emprender en la peligrosa travesía hacia Estados Unidos por esa ruta, pero la tendencia masiva se debe a una combinación de factores: esfuerzos de sucesivos Gobiernos estadounidenses para limitar la migración hacia su frontera y las enormes oportunidades de lucro que representan las personas intentando llegar hasta ahí. El crecimiento de tránsito a través del Darién se relaciona, justamente, con la imposición de visas en varios países centroamericanos para personas de países cuyos ciudadanos dominaban los flujos migratorios incluyendo venezolanos y cubanos. En muchos casos no se trata necesariamente de personas recién salidas de sus países, sino aquellas que han pasado un tiempo fuera de su país y buscan mejorar sus condiciones de vida.

Los requerimientos de visa detuvieron una forma de llegar a EE. UU.: tomar un avión a México (u otro país centroamericano) y de ahí avanzar a la frontera. Pero las personas que migran son empujadas por violencias políticas, inseguridad por crimen organizado, pobreza, cambio climático, y, muchas veces, una combinación de varios de estos factores. En ese sentido, los expertos señalan que cuando se restringe un camino, el flujo, como el agua, crece en presión hasta encontrar otro. Cuando es sobre migración, los caminos alternativos se ponen sucesivamente más peligrosos. Este, precisamente, es el caso del Darién.

“Se ha visto que, cuando se cierran las rutas, lo que pasa es que la gente encuentra rutas muchas veces más peligrosas y continúan moviéndose”, cuenta María José Espinosa, directora ejecutiva de Center for Engagement and Advocacy in the Americas en EE. UU., una organización que trabaja temas de derechos y migración en la región.

Juan Pappier, subdirector por las Américas en Human Rights Watch, está de acuerdo: “Se diseñaron políticas migratorias en los últimos años en la región que parecían asumir que el tapón del Darién era imposible o difícil de cruzar. Se intentó usar el Tapón del Darién para frenar el flujo migratorio, pero se terminó empujando a la gente a arriesgar su vida ahí”. Esto ocurrió también en las travesías sumamente peligrosas a través del Mar Mediterráneo que se consideraban imposibles. “Lo que se logró es que la gente arriesgue su vida y que el crimen organizado hiciera millones y millones de dólares”, dijo.

El caso del Darién muestra cómo las políticas de restricción pueden fallar de forma espectacular. El crecimiento del flujo migratorio en la zona creó una oportunidad económica aprovechada por el crimen organizado que maneja el tráfico de personas a través de la jungla. Del lado colombiano, el Clan del Golfo se ha capitalizado, en todos los aspectos de los viajes migrantes, como una tenebrosa agencia de turismo. Como en las legales, los migrantes tienen varias opciones de rutas a través del Darién con un costo financiero creciente para acortar camino y acceder a mejores condiciones y equipamiento. La organización es tal que se gestionan estos viajes a través de “agentes” y reciben pulseras de colores que indican rápidamente a qué grupo pertenecen.

“El Clan del Golfo, en el lado colombiano, controla las rutas de los migrantes y también las rutas de la cocaína. Entonces, en paralelo hace negocios con las dos, por supuesto”, explica Pappier. “El Clan del Golfo decide cuáles rutas se pueden usar y les cobra a los guías que ayudan a la gente a cruzar. Además les cobra un 20% de las ganancias a todas las personas que se benefician de la migración, como por ejemplo a los que venden comida. A cambio les garantizan la seguridad”. De hecho, los migrantes pagan por cada sucesivo paso que toman en la ruta migratoria, una serie de extorsiones que dejan a muchos sin plata y aún más vulnerables.

Esta pax mafiosa —seguridad para garantizar las ganancias de extorsión y el tráfico de drogas— hace que, de hecho, sea relativamente seguro el camino para los migrantes. “Se fijan que las rutas de migrantes que se usan no sean las mismas que las de la cocaína. Ellos no quieren un alto nivel de violencia, saben que trae eventualmente el despliegue de la fuerza pública. Entonces mantienen bajo nivel de violencia para hacer sus negocios”, cuenta Pappier.

Pero todo cambia al atravesar la frontera con Panamá. Ahí, el Clan del Golfo deja de dominar la situación y los migrantes están a la merced del crimen organizado panameño que opera de forma violenta. Es común el abuso físico en pos de extorsionarlos, incluyendo extrema violencia sexual hacia las mujeres como violaciones grupales. Médicos Sin Fronteras denunció que la violencia sobre los migrantes en el camino es cada vez más brutal y que asisten a una cantidad exponencial de víctimas, incluyendo niños. Las prácticas incluyen el abuso de mujeres delante de sus familias e hijos y la ejecución de personas que no cooperan. Organizaciones humanitarias señalan con preocupación la cantidad creciente de menores que atraviesan el Darién: En los cuatro primeros meses de 2024, cruzaron más de 30 000 niños y niñas, lo que significa un aumento del 40% en comparación con el mismo período del año pasado. Casi 2000 de los que atravesaron la jungla este año lo hicieron sin acompañante familiar.

Tapar el sol con la mano

Casi nadie considera que el plan de Mulino efectivamente pudiera detener a los migrantes del Darién. “Yo creo honestamente que es imposible taponearlo. Los flujos son muy grandes y el tapón es una selva, la historia muestra que se abren otras rutas”, dice Espinosa.

Pappier concuerda: “Creo que cualquiera que haya ido al Tapón del Darién entiende la combinación de geografía compleja, la falta de control territorial por parte del Estado, la desesperación y el alto nivel de personas cruzando hace prácticamente imposible cerrarlo”.

Lo más probable, señalan los dos, es que, en caso de concretarse una medida como esta, se genere presión sobre nuevos caminos, más peligrosos aún, en un contexto que ya se debería considerar una crisis humanitaria por la cantidad de personas intentando atravesarlo.

Una región en movimiento

Lo cierto es que la cuestión migratoria en la región se juega en relación con la diplomacia con Estados Unidos, que bajo sucesivos Gobiernos busca desviar a los migrantes antes de que puedan pisar territorio estadounidense. Bajo el Gobierno de Donald Trump esto ocurrió con presión explícita en torno a políticas de comercio. Bajo el de Biden se han hecho esfuerzos para abrir vías legales de migración y así evitar que las personas vulnerables hagan el camino de forma indocumentada. Pero no alcanzan para la cantidad de personas que buscan asilo, ni tampoco aplican siempre a sus situaciones particulares. En Estados Unidos el tema es altamente polémico y es un flanco débil para el gobernante partido demócrata. Es de esperar que, si gana Trump en las elecciones de noviembre, se incrementen los acuerdos como el que firmó Panamá esta semana. La pregunta es, entonces, ¿qué nuevos caminos encontrarán los migrantes?

*Artículo publicado originalmente en Cenital.

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Jordana Timerman

Jordana Timerman

Periodista especializada en América Latina. Editora del Latin America Daily Briefing. Vive en Buenos Aires, Argentina.

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