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Europa rumbo a la parálisis

El temor a que la extrema derecha se hiciera del poder fue desmedido: la elección resultó más en un empujoncito hacia ella que en un cambio sísmico

Sede del Parlamento Europeo

Vista de la sede del Parlamento Europeo, en Estrasburgo, Francia. Foto: Archivo

Mark Leonard

30 de junio 2024

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Aunque el impacto de las elecciones del Parlamento Europeo fue muy pequeño en Bruselas, su resultado pronto dejará a Europa hecha un lío.

Es cierto, el temor a que la extrema derecha se hiciera del poder fue desmedido: la elección resultó más en un empujoncito hacia ella que en un cambio sísmico. Si bien los partidos de la extrema derecha quedaron en primer lugar en cinco países y segundos en otros cuatro, las implicaciones de esa situación son limitadas en términos de los principales puestos de liderazgo de la UE.

El Partido Popular Europeo (PPE), de centroderecha, sigue siendo la facción parlamentaria más significativa: con sus 189 escaños supera cómodamente al grupo de extrema derecha Identidad y Democracia, y a los Conservadores y Reformistas Europeos, que suman entre ambos 141 bancas. Por otra parte, la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D), de centroizquierda, perdió menos bancas de lo esperado gracias a la sólida actuación de los demócratas franceses, italianos y españoles.

El resultado final es un Parlamento no tan distinto de su predecesor, los tres grupos proeuropeos dominantes siguen manteniendo una cómoda mayoría. Quienes esperaban un trastorno significativo en la distribución de los principales puestos del bloque —o la reiteración del drama de 2019, cuando los líderes europeos sacaron de la galera el nombre de Ursula von der Leyen para que ocupara el cargo de presidente de la Comisión Europea— probablemente terminen desilusionados.


A menos que haya grandes sorpresas, von der Leyen mantendrá el cargo y los partidos dominantes aunarán esfuerzos para cubrir los puestos restantes. El ex primer ministro portugués, Antonio Costa, y la primera ministra estonia, Kaja Kallas, parecen tener asegurados los cargos de presidente del Consejo Europeo y diplomática principal de la UE, respectivamente.

Pero la importancia de las elecciones europeas es secundaria frente a las nacionales, incluso en ausencia de una remodelación real significativa a escala de la UE, nos permitieron echar una ojeada a la podredumbre política de algunos de los Estados miembros más influyentes del bloque, principalmente Francia y Alemania. El presidente francés Emmanuel Macron, el canciller alemán Olaf Scholz y sus aliados sufrieron reveses importantes y las respuestas que están implementando debilitarán más a la UE de lo que jamás podría hacerlo un resultado electoral del Parlamento Europeo.

Ofrezco esta advertencia a pesar de los resultados más prometedores en otras partes: en Polonia, la coalición del primer ministro Donald Tusk relegó al partido iliberal Ley y Justicia (PiS, por su sigla en polaco) al segundo lugar por primera vez en años (una mejora frente a las elecciones polacas de septiembre, cuando el PiS consiguió el primer lugar pero fue incapaz de formar un gobierno). En Hungría, el Partido Respeto y Libertad (TISZA, por su sigla en húngaro) tuvo un sólido desempeño, y en Finlandia y Suecia les fue muy bien a los partidos dominantes.

En Alemania, sin embargo, todos los partidos de la coalición gobernante quedaron por detrás de la Unión Demócrata Cristiana y Alternative für Deutschland (AfD), de extrema derecha. La frase que ahora hace la ronda en Berlín es Kontaktschande, que se refiere a la vergüenza derivada de una asociación. El Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), los Verdes y el Partido Democrático Libre (FDP) respondieron con una campaña de recriminación mutua, que limitará aún más la capacidad de esa impopular coalición para gobernar con miras a las elecciones clave en el sector oriental (bastión de la AfD) en el otoño boreal.

La situación es aún más sombría en Francia: después de que la Agrupación Nacional, de extrema derecha, aplastara a la alianza centrista gobernante por casi 17 puntos en las elecciones europeas, Macron sorprendió a todos con una convocatoria a elecciones anticipadas; aficionado a lo dramático, es posible que esté tratando de recuperar el control de la narrativa, pero el resultado más probable es la paralización indefinida del Parlamento y un Gobierno de tecnócratas con una minoría débil, o la coexistencia con un Gobierno de derecha dominado por la Agrupación Nacional, decidida a destruir del legado centrista de Macron.

Esos resultados locales revelan el verdadero significado de las elecciones europeas. Con la amenaza de un giro de los votantes, los partidos de la coalición alemana probablemente redoblen la apuesta a su ideología central, las bases respectivas de los Verdes y el FDP los presionarán hacia posturas más radicales, lo que los impulsará en direcciones opuestas en términos de política fiscal. El resultado probable serán más vetos alemanes a las decisiones de la UE sobre la migración y el endeudamiento común para la defensa.

Mientras tanto, la apuesta de Macron se adelantó a las principales cumbres europeas y de la OTAN, a las negociaciones para la ampliación de la UE y a las elecciones presidenciales estadounidenses de este otoño boreal. Es probable que ambos escenarios electorales den por tierra con los planes grandilocuentes que presentó recientemente en un discurso en la Sorbona. Si la Agrupación Nacional forma el próximo Gobierno, Macron seguirá presidiendo la política exterior y de defensa, pero cohabitará con compañeros de extrema derecha decididos a debilitarlo de mil maneras distintas.

Tal vez la mayor víctima de estas elecciones sea la unidad europea sobre los grandes temas geopolíticos que enfrenta el continente. Teniendo en cuenta las guerras encarnizadas de Ucrania y Medio Oriente, y la candidatura de Donal Trump a la presidencia de EE. UU., cuesta imaginar un peor momento para que Europa quede a la deriva. Casi sin margen de maniobra y con su capital político agotado, Macron y Scholz no están en condiciones de guiarla a través de esas crisis. Su respuesta al desafío pondrá a prueba la unidad europea y definirá el futuro del bloque.

Finalmente, hay una elección más a tener en cuenta; aunque el ganador de los comicios británicos del 4 de julio no obtendrá bancas en el Parlamento Europeo ni el Consejo Europeo, es posible que en sus manos quede la clave para unir a Europa en busca de la solución a los desafíos más urgentes que enfrenta... eso implica que todas las miradas están puestas en los laboristas —probables ganadores— y su líder, Keir Starmer.

*Artículo publicado originalmente en Project Syndicate.

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Mark Leonard

Mark Leonard

Autor y politólogo británico. Fundador y director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR). Ha publicado: "¿Por qué Europa gobernará el siglo XXI?" (2005), "¿Qué piensa China?" (2008) y "La era sin paz" (2021).

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