25 de junio 2024
La Nicaragua de julio de 2024 es muy diferente a lo que comúnmente se ha visto y vivido en los últimos diez años. Es el lugar en que ha desembocado un estado policial, corrupto, oportunista y mentiroso.
A 45 años no se celebra un triunfo, se revive un Deja vu.
Esta es la normalidad que creó Daniel Ortega, en la que la población se acomoda, independientemente de cuánto les guste, pero no queda de otra.
Aunque los Ortega quieren decir que ‘ya paso todo’, la pesadilla está en su capítulo 2, sucesión dinástica y cleptocracia.
Se vive bajo miedo, con una pistola detrás de la cabeza, porque meterse en política es un acto de “menoscabo contra la soberanía” y eso lleva a la cárcel y hasta la muerte, o destierro en el mejor de los casos.
En público, la principal y casi única preocupación del nicaragüense es el empleo, el costo de vida, la inflación y la mala paga. No es la corrupción, la política, el gobierno policial. Bueno, si lo es, pero en privado. No se habla de eso, es como en Cuba, donde la gente susurra calladito que aquí se está vivo con no abrir la boca.
La ambición de la gente es irse, recibir remesas familiares, lograr el favor de alguien en el Gobierno, o vivir acurrucado en una burbuja de negación, para que no te pase nada.
Esta es la Nicaragua que celebra su historia de revolución 45 anos después. Quien diría en 2007 en donde estaría Nicaragua hoy después de tantas luchas.
La economía
La gente realmente vive de poco, la mitad de la población depende del dinero que le manda su familia que se fue por razones políticas. El dinero no les da para ahorrar, solo para comprar lo básico. En una encuesta realizada en mayo de 2024, 70% de los nicaragüenses dijo que apenas podía comprar lo básico con el dinero que tenía. Menos del 10% podía ahorrar, y de esos la mitad recibía remesa.
El empleo formal no crece, la informalidad continúa en su apogeo. En abril de 2024 había menos trabajadores formales que en 2018, y aún por debajo de quienes estaban formalizados en 2018.
La población laboral crece en menos de 90 000 trabajadores anualmente, pero desde 2021, han salido de Nicaragua 500 000 personas. Es decir, que la migración ha sido una válvula de escape laboral, un alivio que mitiga al Gobierno el reto de crear nuevos empleos para quienes entran al mercado laboral, y aun así, no lo logran, más bien el Estado ha despedido gente.
A pesar de esos despidos, la inversión pública creció 20% en el primer trimestre de 2024, a costa del endeudamiento externo, y del uso de los impuestos que se cobran con el consumo de las remesas. El Gobierno sigue invirtiendo en construcción, y obras públicas, pero no genera empleos permanentes, solo negocios para las empresas de amigos del clan Ortega-Murillo. Alguien se está haciendo rico, mientras la gente sigue sin trabajo.
Después de seis años de endeudamiento, el pueblo no está viendo ningún fruto de las prometidas obras. Pero no se habla de eso, se conoce poco. La censura no permite conocer la magnitud cleptocrática, y las mentiras crean distracción junto con los entretenedores que traen de afuera.
Ya no tienen más excusas contra los ‘golpistas’. La economía es un desorden 100% marca Ortega-Murillo. El país pasó de tener actividad económica, a tener consumo por remesas (27%), exportaciones de transnacionales (43%) y gasto e inversión del gobierno (22%). Esas tres actividades son el 92% del ingreso nacional. No hay confianza en la economía, hay liquidez, pero no intensión al riesgo. Seis años después y los créditos bancarios no llegan a niveles previos a 2018, tampoco la razón crédito-depósito crece, se mantiene en menos del 80%.
No hay riqueza, solo aguante, acomodamiento y algo de resignación.
¿Nuevos ricos? Tal vez. Entre el clan.
La política
La normalidad política se concentra en el binomio de sucesión dinástica junto a un ‘nuevo orden internacional’ que adoptó la dictadura.
Rosario Murillo, y sus secuaces (Horacio Rocha, Ovidio Reyes, Fidel Moreno, Gustavo Porras), junto al chigüín, tienen organizada la continuidad antes y después de la muerte de Daniel Ortega. Mientras Ortega atiza el discurso de odio, Murillo controla casi todo, en una cohabitación con los generales de Ejército, militares y codependencia incestuosa con la Policía bajo un ámbito de temor.
Ella sabe que no la quieren.
El partido de Gobierno, el FSLN, es una especie de zombi. Son militantes violentos, se mueven con la orden que les dio el comandante de respetar y obedecerla. Desmoralizados, sin dirección, confundidos de no saber que les depara el futuro; viven el día a día, repitiendo las mentiras que ella lee todos los días. Sin acceso a educación, sin opción de llegar a tener un puesto alto. Viven angustiados de no saber cuándo los va a llegar a recoger Horacio Rocha.
La Policía está intervenida por Horacio Rocha y Néstor Moncada Lau. Un modelo policial de la era socialista, como la Stasi de Alemania
En el Ejército, el general Julio César Avilés sabe que tiene que seguir con ella, porque ya al compañero-comandante le queda poco. Y los otros generales saben que ella les dará un espacio en la administración pública una vez retirados. Nadie se atreve a discrepar en público, y si no, ahí tienen varios ejemplos: Hugo Torres, Humberto Ortega. Los militares saben que no están en el lado bueno de la historia.
El nuevo orden internacional está basado en su subordinación política a Rusia, y la búsqueda de dependencia económica con China para mitigar la perdida de préstamos del BCIE, y de aislamiento diplomático. La única ideología de Daniel Ortega es aliarse con los enemigos de Estados Unidos y la Unión Europea, con una mano sus ataques verbales, y con la otra prestan el país para facilitar la migración irregular y hacer negocio. Lo que este nuevo orden representa es un sistema cleptocrático con manos abiertas hacia afuera.
¿Hay esperanza para Nicaragua?
¿Volverá Nicaragua a ser República? Posiblemente sí, pero no mientras ella esté a cargo. Ante la ausencia de un contrapeso democrático, una presión externa que cuente con un interlocutor legítimo al que respaldar, y una economía de consumo, hay una apuesta a una continuidad dictatorial bajo el control de Murillo.
Rosario Murillo es la pieza que sostiene a un régimen basado en el miedo y el oportunismo económico. Sin ella, más que sin él, sus cinco operadores clave más el hijo preferido, no tendrán mucha más opción que ver con quien se arreglan para cambiar de cancha. Ellos no tienen la capacidad de gobernar, son operadores, que aceptan órdenes, siempre y cuando les paguen bien.
El pueblo no la quiere, pero no cuenta con la fuerza, aunque tenga la voluntad para doblegarla. El pueblo no es rapaz, ni violento, ni malo. Es cristiano... y espera señales…
Mientras viven una doble vida, gastan, se divierten, callan, pero también protestan en familia, detestan a la dictadura, de haberlos separado de su familia (dos tercios de los hogares tiene un hermano, hija, esposo, nieto afuera), de no tener trabajo, de andar cuidándose de lo que digan y evitar a los sapos; y mantienen la expectativa que tarde o temprano algo va a pasar. No se engañan, cuando dicen que todo es caro, la clave es que alguien está robando; cuando la gente dice que no hay empleo, la clave es, solo ellos están bien; cuando pasa la Policía, se avisan entre ellos para protegerse.
La esperanza del cambio democrático no caerá por obra y gracia del Espíritu Santo, sino que recaerá en la suma de las contradicciones internas que las purgas mismas están causando, en las voces y actos de quienes no se olvidan del pueblo, en los extremos de desigualdad a los que la dictadura está llevando a la gente y en la sinceridad política de un ciudadano dispuesto a servir a su gente.
En todo esto hay una responsabilidad moral y política de parte de todos. Quienes están enviando remesas familiares y quienes la reciben deben tomar en cuenta que todo es político, incluyendo el dólar que recogen en una agencia. Quienes hablan de política desde afuera, deben saber que nada es estático y que lo importante es saber qué quiere la gente, no qué prefieren ellos. Quienes son cómplices, están advertidos que el lado bueno de la historia siempre gana.